miércoles, 16 de mayo de 2007

RAFAEL AROZARENA


MARARIA

Capitulo I

“Me habían descrito al hombre. Un hombre bajo, débil, pequeño. Un hombre con ojos de ratón, ojos negros, diminutos como cabezas de alfileres, brillantes bajo unos párpados nerviosos. Un hombre con bigote grande, espeso, de puntas afiladas, puntas señalando al horizonte, como las agujas de la rosa de los vientos. Un hombre en mangas de camisa, con corbata negra, verdosa, pardusca. Los pantalones grises, amarillos, viejos, gastados, con remiendos de telas diversas en los perniles y en el trasero. El sombrero negro, arenoso, con manchas de humedad y cinta desflecada. Un hombre con un diente arriba y otro diente abajo. Con manos ásperas, duras, encallecidas, morenas y rojas, con uñas negras, fuertes y largas. Un hombre con un pie descalzo y otro calzado con un zapato descosido, un zapato con varias suelas superpuestas, suelas de goma, de cubiertas de camión. Un hombre viudo, con un hijo. Un hijo alto, muy delgado, con pelo movido y rubial. Un hijo activo, trabajador, nervioso, diligente, con ojos azules con pestañas largas, con brazos largos, con piernas largas. Un hombre que tenia un hijo así. Un hombre que vivía en la calle transversal, en una casa pequeña, enjalbeada, con una puerta verde, con una ventana verde. Un hombre que se llamaba Pedro, que lo llamaban Geito, Pedro el Geito...”

Editorial Interinsular Canaria, 1983


El viento, el sol y el fuego de Lanzarote. Una mujer atraviesa el pueblo en sombras. Es María, a quien llaman Mararia. Mujer, amante o bruja, pero ante todo mito.

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